La primera vez que oí una canción de Sam Cooke no sabía a quién escuchaba. Tampoco la siguiente canción me ofreció una pista; y no descarto que me ocurriera lo mismo alguna otra vez, hasta que una recopilación llegó a mis manos y me descubrió a un artista fundamental.
Aquellas dos primeras canciones de Sam Cooke que llegaron a mí lo hicieron a través de sendas películas ochenteras, y se quedaron grabadas a fuego en mi memoria de tal modo que hoy, unos treinta años después de descubrirlas, aún soy capaz de rememorar las escenas.
Alguien tal vez se acuerde aún de la película Único Testigo, con Harrison Ford. Aquella secuencia tórrida y sensual (todo lo que el buen Ford podía conseguir, a mi parecer) en un cobertizo con la hermana de un niño Amish al que protegía. Bien es cierto que la versión del tema Wonderful World que aparece en esta película no es la original y no está interpretada por Sam Cooke, pero ese detalle, por aquel entonces, careció de importancia:
Algunos años más tarde, apareció otra película a través de la que una canción de Sam Cooke se coló en mi vida para siempre: El Chip Prodigioso. En esta escena, Martin Short y Dennis Quaid, co-protagonistas de esta comedia de aventuras, disfrutan desde sus distintas perspectivas de (esta vez sí) la versión original de Twisting the Night Away. Mi reacción cada vez que escucho este tema es preocupantemente parecida a la del personaje interpretado por Martin Short:
Entre los temas de aquel recopilatorio que afortunadamente llegó a mis manos, encontré joyas como Cupid, Another Saturday Night o Having a Party. Pero la importancia de Sam Cooke no se quedó únicamente en todas esas canciones, sino en las respuestas que he ido hallando a las incógnitas que surgieron en mi mente mientras escuchaba su música. ¿De dónde había salido aquel artista?, ¿Cómo evolucionó su carrera?, ¿Por qué no me constaba entre las estrellas del Soul como Otis Redding o Aretha Franklin?
Descubrí que Sam Cooke se llamaba realmente Samuel Cook, y que había decidido añadir la "e" a su apellido para darle un toque más especial cuando empezó a cantar en solitario y se introdujo en el mundo del Pop. Hasta entonces, había sido el vocalista principal de The Soul Stirrers, uno de los principales grupos de Gospel de la época. A pesar del éxito y el reconocimiento, el Gospel no generaba grandes beneficios, ya que sus seguidores eran casi únicamente de raza negra y, por lo tanto, con escaso poder económico como para que los grupos pudieran hacer giras millonarias o vender miles de discos.
Sam Cooke alcanzó rápidamente un gran éxito tanto entre la población negra como entre la población blanca. Su primera canción como Sam Cooke, You Send Me, en 1957, estuvo varias semanas como número 1, tanto en la lista de Rhythm and Blues como en la lista Pop. A pesar de que hoy parece una canción sencilla, You Send Me fue un tema pionero en su época, combinando elementos de R&B, Gospel y Pop en un sonido nuevo y a la vez cercano a la música de ese momento.
Después de You Send Me llegaron otros muchos éxitos, hasta 29 canciones en el Top 40 de la música Pop y otros muchos en la lista de R&B, en tan solo 7 años de carrera en solitario. Esto tiene aún más mérito si tenemos en cuenta que él mismo escribió la mayoría de los temas que grabó.
Sam Cooke triunfó en la televisión desde el primer momento y fue además el primer artista negro en actuar en la famosa sala de conciertos Copacabana, en Nueva York, cuyo público mayoritario era adulto de raza blanca. De hecho, actuó dos veces. La primera fue al año siguiente su debut en solitario, en Marzo de 1958, pero no quedó contento con su actuación. La presión y las expectativas que él mismo se había impuesto resultaron una carga demasiado pesada como para dejarle transmitir como le hubiera gustado. La segunda vez, en 1964, fue todo un éxito y, por suerte, quedó grabada en un estupendo disco.
Un año antes, en 1963 actuó en la sala de conciertos Harlem Square Club, en Miami, esta vez para un público de raza negra. Este concierto también fue grabado, y se ha convertido en uno de los mejores discos en directo de la historia. Electrizante, desgarrador, emocionante, sensacional... los calificativos se quedan cortos para describir la experiencia de escuchar este disco. La pasión del público, hipnotizado por un Sam Cooke sabedor de su magia, se contagia en una vorágine de emociones que ponen los pelos de punta. Una experiencia que se hace corta, pero que podemos revivir una y otra vez.
Tras escuchar ambos conciertos, resulta sorprendente comprobar la capacidad cameleónica de Sam Cooke para transformarse en función del público para el que estaba actuando. Mientras que en el Copa escuchamos una voz aterciopelada y melódica, en Harlem Square Club escuchamos un canto rítmico y salvaje con sabor a Blues y Gospel.
Otro detalle que me admira especialmente de la comparación de ambas actuaciones es que, mientras que en el Harlem, Sam Cooke se dirige constantemente al público, derrochando confianza y cariño, en el Copacabana se comunica de forma muy distinta: sin apenas diálogo con el público, envía su mensaje por medio de la música, con versiones de canciones que hablaban de paz, igualdad y libertad, como The Best Things In Live Are Free, If I Had A Hammer, o Blowin´ In The Wind, el himno pacifista de Bob Dylan que Sam Cooke hizo suyo y que le llevó a escribir una de las canciones fundamentales para el movimiento por los Derechos Civiles: A Change is Gonna Come.
A continuación muestro dos cortes, uno del disco Live at the Copa y otro del disco Live at Harlem Square, donde se puede apreciar perfectamente lo bien que Sam Cooke se supo adaptar a los dos tipos de público y por qué se convirtió de manera tan rápida en un artista fundamental en el panorama musical americano.
Sam Cooke nos dejó en Diciembre de 1964, con sólo 33 años, demasiado pronto. Las circunstancias que rodearon su muerte siguen aún siendo un misterio ya que la escasa investigación que se llevó a cabo en aquel momento no aportó ninguna luz. Actualmente, las versiones se dirimen entre la oficial (un altercado con la recepcionista de un motel), un ajuste de cuentas de la mafia, a la que podría haber pertenecido su representante Allen Klein, quien se había quedado con todos los derechos de la música de Sam Cooke sin que éste lo hubiera sospechado hasta poco antes de su muerte; o un crimen racista motivado por la creciente importancia del movimiento por los Derechos Civiles y la gran implicación de Sam Cooke en el mismo junto con sus grandes amigos Cassius Clay -Muhammad Ali- y Malcom X.
Sea como fuere, por doloroso que resulte no poder esclarecer esta enorme pérdida, es mejor centrarnos en el legado eterno que Sam Cooke nos dejó en su corta vida. De la misma manera que le ocurriera al gran Otis Redding tan solo tres años después con (Sittin´ On) The Dock Of The Bay, el tema A Change Is Gonna Come salió a la luz tras la muerte de su autor y se convirtió en un himno imperecedero en la lucha por los Derechos Civiles. Con un ritmo pausado, dulce y firme a la vez, Sam Cooke nos dejó un último relato sobre las injusticias sociales de aquella época y un doble mensaje: de esperanza para la población negra, y de demanda para los blancos.
Termino este homenaje con ambos temas.
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